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¿Cómo llegaste a ser arquitecto?
 
Yo llegue a arquitecto de una manera muy fácil. Lo mío es un tema familiar e histórico, ya que mi padre, Antonio Lamela, fue un gran arquitecto y quizás esa fue la razón de más peso. Pero también he de decir que me considero un arquitecto muy vocacional, nunca dudé que la arquitectura era mi vida, aunque me gustaron otras dos o tres carreras...
 
¿Cómo es el diseño de Estudio Lamela?
 
La arquitectura del estudio, ya llevamos 65 años de historia, creo que siempre se ha caracterizado por ser muy funcional, sensata y con los pies en la tierra. En definitiva, la definiría como muy lógica, sin renunciar al propio interés de la arquitectura como disciplina y arte. Está pensada para que esté bien construida y para que todo el mundo se sienta cómodo con ella.
 
¿Qué significa para ti la arquitectura?
 
Yo creo que la arquitectura es una de las disciplinas más importantes que rodean al ser humano por varias razones. Primero, por la propia incidencia de la disciplina en el paisaje, todo es arquitectura. Estamos permanentemente rodeados de edificios, nos desarrollamos entre sus paredes, vivimos dentro de una casa, cuando trabajamos vamos a una oficina, nuestro ocio se desarrolla dentro de un teatro o un cine… La arquitectura impregna la vida de las personas. Yo diría que es tan importante como la medicina. Sin medicina el ser humano no puede sobrevivir y sin arquitectura no podría vivir, podría prescindir de la pintura, escultura o de la música, desgraciadamente sería otro tipo de vida, pero sin la arquitectura no puede.
 
¿Hay algún sector con el que te sientas más cómodo? Aeroportuario, oficinas…
 
Nuestro estudio siempre se ha caracterizado por una actividad muy amplia. En 65 años que llevamos, yo creo que hemos tocado todos los temas, aunque, quizás nos sintamos más cómodos con obras de gran tamaño, es decir, infraestructuras grandes: aeropuertos, estadios, estaciones, etc. Aunque también construimos proyectos pequeños como viviendas y oficinas. Cada edificio es un mundo, pero creo que en este caso el tamaño sí importa, por lo menos para nosotros.
 
Si tuvieras que destacar un proyecto, ¿cuál sería?
 
A lo largo de la historia del estudio hemos realizado muchos proyectos destacables. Si tuviese que escoger uno, quizás escogería la Terminal T4 de Barajas, ya que supuso un antes y un después para nosotros la posibilidad de entrar en el mundo aeroportuario y poder estar construyendo ahora el aeropuerto de Schiphol, en Ámsterdam, por ejemplo.
 
También fue muy importante para nosotros la ampliación del Bernabéu (2002), ya que ocurrió en una época en la que no se hacían obras tan grandes y eso nos procuró un gran reconocimiento como oficina, pero hay que decir que mi padre, Antonio Lamela, ya había hecho grandes obras como las Torres de Colón, el hotel Meliá Princesa o el Conjunto Galaxia.
 
¿Cómo has logrado destacar en un mundo tan competitivo y mantenerte en primera fila?
 
Fundamentalmente, opino que se debe a que todos los integrantes del estudio le hemos muchas echado ganas y que siempre ha estado formado por gente estupenda. Siempre digo que uno de los grandes éxitos ha sido tener un equipo excepcional, y no solo digo en lo profesional, sino en lo humano. Además, al tener un estudio tan grande, la organización es primordial.
 
Es cierto que es un mundo muy competitivo, pero a lo largo nuestra historia hemos pasado por mejores y peores momentos, como todos. Para mí, la base del éxito reside en la tenacidad, el trabajo e intentar siempre estar a la última, innovando. Tanto la propia arquitectura que planteas como las herramientas que empleas y el servicio que das al cliente, tienen que ser excelentes. Ahí está el éxito.
 
¿Se ha construido con calidad en España?
 
Generalmente en España, el problema que tenemos es que el nivel medio de la arquitectura no es muy alto. Cuando recorres las ciudades españolas y ves lo que se ha construido desde hace 40 años hasta ahora, desgraciadamente, el 80% de lo que ha construido, por lo menos, en lo referente a la calidad estética deja bastante que desear. En cambio, si vas a otras urbes de Europa como Alemania o los Países Nórdicos, puedes comprobar que calidad media de los edificios es superior. Hemos abusado mucho del ladrillo y no nos hemos preocupado excesivamente por que el nivel medio sea aceptable.
 
Tenemos fama de tener buenos arquitectos y la noción de que la arquitectura patria es ‘buena’, pero creo que eso solo forma parte de una pequeña élite. Bajo mi punto de vista, opino que empezó a estropearse en los años 80 y 90. En los años 60 se hacían cosas que quizás no fueran adecuadas, pero no teníamos la referencia de habernos equivocado. En los 80, ya sabíamos que habíamos cometido errores y podíamos haber mejorado, eso tiene más delito.
 
¿Entonces, la arquitectura está infravalorada en España?
 
Sin duda, es una disciplina artística que muchas veces no se considera como tal. De hecho, si coges un suplemento de arte un domingo, la mitad está dedicado a literatura y la otras a música o pintura, pero la crítica de arquitectura prácticamente ni aparece. No es algo de dominio y de consumo diario. Creo que es una pena por que hay a mucha gente que le gusta. Nos falta el trasladar el conocimiento y el gusto por esta disciplina a la clase media española y nos queda mucho para conseguirlo. Hay muy poco interés por el patrimonio arquitectónico y es una pena.
 
¿Cómo se fomenta el interés por los diseños de calidad?
 
La demanda de la buena arquitectura tiene que venir desde abajo y eso se consigue con una única palabra: fomentando la cultura arquitectónica a los niños, realizando críticas en los periódicos, entre otras estrategias. Por ejemplo, en la época del franquismo, si te comprabas un coche, te quedabas con el que te tocaba, ya que había ‘solo tres modelos’, incluso no podías elegir ni el color. Actualmente, cuando alguien quiere comprar un vehículo compra tres revistas para escoger modelos, analiza los diferentes coches del mercado, etc. Esto crea un consumidor informado que sabe lo que quiere. Hasta los niños saben de coches.
 
Eso mismo había que aplicarlo a la arquitectura, para que la gente sepa distinguir de un edificio interesante de otro que no lo es. Esta actitud, provocaría que cuidáramos más de nuestras ciudades. Por ejemplo, una cosa que pasa en Madrid y que no ocurre en otros lugares es el cierre de las terrazas. Muchos edificios, que eran muy dignos y correctos, estaban muy bien antes de colocar cerramientos, cada uno de una manera diferente. Esto se ha convertido en chabolismo vertical. En las ciudades cultas no se cierran las terrazas. A los propietarios no se les ocurre pintar una de rojo y al vecino de naranja, eso es cultura. Elevar el nivel cultural no se puede hacer de la noche a la mañana, es como una lluvia fina que va cayendo y a lo largo de los años ya te encuentras que ha calado y que se ha forjada una sociedad más desarrollada.
 
¿Construir bello no es más caro?
 
En absoluto. Es un tema cultural, si vas a vender un edificio sí o sí, el promotor no construye ‘bonito’. Si el usuario final no lo valora, el promotor tampoco se va a esforzar. Creo que es una cosa que debe venir de abajo.
 
¿Actualmente, no está cambiando?
 
Sí, porque el consumidor final cada vez valora más el diseño, una buena distribución y el nivel cultural de los españoles es más alto, lógicamente.
 
La pregunta del millón para los madrileños, ¿cuándo terminarán las obras de Canalejas?
 
Esperamos terminarlo para finales de año. Hay que destacar que ha sido una obra muy complicada, no solo en cuanto a la técnica, sino por todo el proceso de tramitación. Canalejas no solo es una obra arquitectónica, también engloba toda la operación urbanística que se está desarrollando y que debe estar terminada a la vez. Por último, hay que destacar que es un desarrollo muy amplio que todo se relaciona y coordinar toda la obra ha sido un proceso muy complicado.
 
¿Qué futuro le espera al estudio?
 
Antes te he comentado que es muy complicado hablar del futuro. Mientras los profesionales que lo integramos y el mercado esté bien y con trabajo Lamela seguirá.
 
¿Tenéis pensado abrir más oficinas?
 
Siempre estamos abriendo y cerrando. He abierto ocho oficinas fuera de España y me ha tocado cerrar alguna. En su momento, abrimos Shanghái y se cerró, al igual que sucedió con las de Abu Dabi y Doha. Rotterdam, México y Varsovia siguen operativas. Cuando surgen las oportunidades hay que abrir y cuando desaparecen cerrar. Lo que tenemos claro es que nuestra sede principal está Madrid y es la que tiene que marcar el ritmo de todas lo demás.
 
¿Construís viviendas unifamiliares?
 
Hemos diseñado pocas viviendas unifamiliares, pero alguna sí, aunque, hay que reconocer que no es nuestra mayor especialidad.
 
¿Qué opinas de la arquitectura vegetal?
 
Yo creo que, en arquitectura, las modas son complicadas. Yo tengo la experiencia, como arquitecto veterano, que es mejor alejarse de las modas. Cuando acabé la carrera era la época plena del posmodernismo, fue como un auténtico tsunami que nos arrasó a todos y por el que todos nos interesamos. Fue una moda que afortunadamente desapareció en poco tiempo. Yo creo que las modas pasajeras son malas. Lo hay que intentar es que los pasos que den sean sólidos y con cabeza. La arquitectura vegetal tiene su interés cuando es apropiada para lo que se pretende, pero no hay que pasarse, todo debe tener su equilibrio.

 

Compartir: Facebook Twitter Google + Menéame.net 11 de junio del 2019