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1. Cuidado con los préstamos variables. La generación que se endeudó en los 80, pedía créditos a interés fijo porque era lo que había y porque se protegían de la inflación. En cambio la de los 90 y 2000 (tus padres) se fue a los variables porque no había inflación. Pero es una trampa. La inflación puede volver como lo hizo justo antes de que estallara la crisis. Los créditos a interés fijo garantizan la misma cuota contra viento y marea.
2. La cuota mensual no debe pasar del 40% de tus ingresos. Por mucho que el banco te preste, tú debes controlar tus gastos y los imprevistos. Es mejor vivir de alquiler que entramparse en un crédito que te lleva el 50% y hasta el 60% de tus ingresos mensuales. No te dejes llevar por el optimismo económico. Por cierto, gracias a tu edad te pueden dar créditos hasta por 25 o 30 años. Eso bajará tu cuota mensual.
3. Nada de crédito multidivisa. Fue una de las mayores meteduras de pata de aquella generación. Pedir hipotecas basadas en yenes japoneses, por ejemplo. Si el yen se debilitaba, venía muy bien al cambio porque se reducía tu mensualidad. Pero, ¿controlas tú el yen? Sucedió lo contrario: el yen se reforzó de modo que las cuotas mensuales de 900 euros se convirtieron en 2.000 euros y más. Una ruina.
4. No entrampes a tu familia. Muchos jóvenes de la anterior generación usaron como avalistas a sus padres y a sus abuelos. Cuando llegó la crisis, no había forma de devolver el crédito porque se quedaron en paro. Entonces, los padres tuvieron que apechugar con la casa o el pisito. O los abuelos, hipotecar su pensión para pagar tu capricho. Apechuga tú con tu hipoteca.
5. Lee el contrato hasta el final. La generación anterior se dedicó a pedir préstamos sin mirar los contratos. Que si hipotecas clip, que si hipotecas con cláusula suelo, que si hipotecas bonificadas… Pregunta a un experto o vete a las asociaciones de consumo. No firmes si no estás al 100% seguro.
6. No vendas tu alma al banco. Muchos bancos exigen ciertas condiciones para conceder el crédito. Cuenta nómina, suscribir seguros de hogar, y otros productos… Algunas son lógicas como la cuenta nómina. Pero no tienes que suscribir su seguro del hogar o aceptar cierta tarjeta de crédito. Negocia cada condición duramente, para evitar sobre todo las comisiones. Pídelo todo por escrito.
7. Exprime hasta el final las ayudas. Las comunidades autónomas, los ayuntamientos y ahora el Estado conceden periódicamente ayudas para la compra de la vivienda. Infórmate de las ventajas y de las condiciones. Visita todas las oficinas del Estado, y navega por internet para no perderte ni una. Y comprueba lo que te puedes desgravar.
8. No compres la casa de tus sueños (aún). La primera casa no debe ser la de tus sueños, sino la que te ayudará a montar tu familia. Es más barata, y la hipoteca será más barata. Quizá será algo pequeña cuando empieces a tener hijos, pero será la casa que te puedes permitir. Más tarde ya podrás acceder a una casa mejor.
9. Hazte un buen seguro de vida. Cuando eres joven, los seguros de vida son muy baratos. Por 180 euros al año (por cada uno), puedes adquirir un seguro. En caso de un accidente que te imposibilite trabajar o si uno de los dos fallece, el seguro te cubrirá la hipoteca, y, quién sabe, incluso los estudios de tus hijos. Aprovéchalos porque tus padres se olvidaron de ese ‘detalle.
El último consejo que dan los expertos a quien esté pensando en contratar una hipoteca es analizar el mercado a través de comparadores online como el de idealista y buscar el mejor préstamo según su situación laboral y financiera.

Compartir: Facebook Twitter Google + Menéame.net 29 de marzo del 2018